Tiene un lunar que me distrae sin importar lo que esté haciendo;
ahí, justo en medio de la mejilla,
por allá donde paso el pulgar cuando trato de memorizar los límites, ángulos y vértices que forman su cara.
Tiene dos brazos de esos que abrazan como si más allá de mí, no hubiera nada;
como si fuera a huir y no me dejara;
como si yo pudiera, como si yo quisiera huir, qué gracia.
Y sus manos; joder,
cualquiera en su sano juicio querría perderse al pasear entre sus preciosos dedos infinitos,
que por si lo anterior no fuera suficiente,
encajan a la perfección al chocarse contra los míos.
También su cuello,
que mide lo mismo que tarda mi lengua en perder la saliva al recorrerlo.
Y si nada de esto consiguiera convenceros,
entonces -y solo entonces-
mencionaría eso de cuando medio sonríe;
que he fundado mi república independiente en las comisuras de las semi-sonrisas que emite
en esas décimas de segundo que gasto cuando le estoy besando,
porque entre beso y beso,
justo entonces mueve los labios.
Qué más contaros, si siempre es aquello que necesito;
y lo que más me gusta de él, es que de todo lo que es, aún sigue siendo mi mejor amigo.
Hasta cuando se enfada,
que su boca se transforma y sus ojos pierden la capacidad de mirar directamente a los míos,
aunque le estén esperando a medio camino.
Así que cualquier día de estos que decide pilotar el avión de mi espalda,
igual desaparezco porque me he subido al vuelo dirección lugar que él mismo traza;
mientras me acaricia a mí o a las cinco cuerdas de esa triste guitarra.
Y eso es todo por hoy,
que hoy ha terminado lloviendo -y no me refiero al otro lado de la ventana-
porque ahora que lo tengo después de no haberlo tenido durante tanto tiempo;
ahora es cuando no me va a quedar más remedio que echarle de menos.
lunes, 24 de marzo de 2014
Seguimos vivos.
Seamos sensatos, yo no tengo ni idea de escribir. Escribir es lo que hacía Bukowski con sus poemas, dejándonos literalmente el corazón en pelotas. O lo que consigue transmitirnos Carlos Salem con cada palabra, con cada sílaba. En cuanto a mi, lo único que intento es sacar afuera todo lo que mis dedos llevan años guardando. Eso que todos decimos callados. Eso que nos mata por dentro y que tratamos de aniquilar mediante sonrisas fingidas.
Soy esa persona que, cuando crees que estás solo, que solo tú sientes eso, te dice: eh, frena, que yo sí creo en ti.
Siempre me han preguntado qué quería ser en la vida. Empecé queriendo ser arquitecta, más tarde periodista y después, y hasta hoy, una enamorada de las lenguas. Pero, si me volvieran a hacer esa pregunta, ahora sí tendría una única respuesta. Lo único que quiero hacer es vivir(la). El mundo está lleno de gente que anda tan perdida como yo, con el alma en carne viva intentando encontrar su medicina particular. Tratando de entender qué cojones está pasando y porque todos nos estamos volviendo tan idiotas. Quiero que rompas esa carta de despedida que te dejo tu esperanza y que,
por favor,
le pidas que vuelva.
Que no nos queda nada cuando no hay nada por lo que seguir intentándolo. Rompe la mordaza que calla a tu corazón, y permitele que continúe haciendo música en cada latido. Piensa en ese cigarro que cada día te fumas cuando ataca el estrés y se te viene el mundo encima, no permitas que tú te consumas con la misma rapidez.
Piensa que,
quizás sea hora de enterrar el hacha. De dejar de pensar en lo que podría pasar, en vez de en lo que pasa.
Deja de abrazarte las piernas y de hacerte un jodido ovillo de lana, porque solo así conseguirás que alguien te rompa las costillas de un abrazo.
Soñar está bien pero,
¿qué tal si dejamos de soñarlo todo y empezamos a vivirlo?
Que sí, que yo también sé lo que es sentir miedo. Sentirte atrapado y bloqueado y no saber qué dirección tomar. A mi también me ha golpeado el vértigo en la cara, pues nosotros somos nuestro peor enemigo, nuestro mayor precipicio. Nuestros barrancos más mortales. Pero, a veces tenemos que dejar de esperar el tren para, por una puta vez, cogerlo.
Sé que estás asustado, que no quieres olvidarte nada. Yo no soy quien para dar lecciones de vida pero, has de saber que incluso cuando dejemos ésta, seguiremos pensando que nos hemos olvidado algo. Y posiblemente así sea.
No tengas miedo porque esa sudadera pierda ese olor que tanto te recuerda a esa persona. Dale tu olor personal, el más bonito que existe, y el más duradero.
Yo también tengo miedo de crecer porque cada día amanezco más niña y un poco menos adulta. Pero aún así, me doy cuenta de que el mundo se está yendo a la mierda. Y qué. Sonríe, mantente vivo. Mantente en pie aunque a veces, cuando respires, sientas que te ahogas.
Con todo esto, lo único que quiero es que abandones el salvavidas y el miedo. Que todo duele, pero que sístole y diástole no se rinden y no van a dejar de latir tan pronto. Arriésgate, porque sino acabarás sufriendo el mayor dolor de todos. Echarte de menos a ti mismo.
Querido Miedo,
solo quería decirte que,
ya no te tengo miedo.
lunes, 17 de marzo de 2014
Mis padres me enseñaron a esquivar las hostias que otros lanzaban, y a coserme las heridas con hilo de acero. A que las sotanas doradas de los hijos predilectos escondían más secretos que piel, y que tu religión no es más que una ilusa falacia. Aprendí que las editoriales no marcaban destinos, y que las historias que acaban bien no tienen ningún atractivo. Crecí, y abandoné manadas cuando se volvieron rebaños, dejando la marca de mis pezuñas en el camino. Escogí volar a ras del barro y así evitar las nubes de gente que ahogan. Tantas veces me ensucié la cara, como lágrimas lavaron mis manchas. Y aunque no queden barrizales sin mis llantos, siempre tendré unos brazos donde acunarme. Prefiero los charcos a los barcos, y los grillos a los gritos. Quédate con tus vigas de mentira y deja que malgaste mi vida entre la lluvia.
miércoles, 12 de marzo de 2014
So(n/ñ)ar.
Hoy te has despertado,
cuando la luna aún estaba cayendo,
huyendo de la luz,
del sol.
Creyéndote un interludio
entre astros,
como si el firmamento
fuera solo por por un momento
quien te dibuja,
quien te fotografía,
quien te ilumina.
Y no tú a él.
Has cogido tu taza de café
y has hundido tus manos
en su cerámica con dibujos
que no para de quemar.
Y tú soplas.
Y cambias todo de dirección,
intentando congelar su contenido.
Pero lo haces con todo lo demás.
Has podido resistirte
a mirar por la ventana
y te has vestido como
de verdad querías,
sin importar de qué
humor se hubiera despertado
hoy el sol.
Así que cuando tu reflejo
te mira, te sonríe, te modela
en esa devolución de luces,
no le paras de reír todos los gestos.
Hasta cuando te pone
cara de seria.
Así que hoy sales sin planes,
a ver Madrid,
que hoy se retuerce en la cama
como alguien que ayer salió
de fiesta y hoy no puede ni mirar.
Así que sales a despertarla,
y caminas sin mirar al suelo,
como si pasaras por aquella
calle todos los días,
porque la vida
son dos canciones,
una película,
un amor de verano,
una decepción de otoño
un esperar la primavera,
un desesperar el invierno.
Porque no mirar atrás
no significa que tu pasado
sea tu futuro,
significa que hiciste lo que
hiciste por cualquier razón,
que el amor mueve al mundo,
y que el mundo mueve al amor.
Que sonar y soñar
sólo se diferencian por un símbolo,
y entonces una canción
no tiene que ser tan distinta
a una persona.
¿Ves?
Por eso cuando le has dado
al play, a tu canción favorita,
te has acordado de mí.
¿Te suena?
¿Me sueñas?
jueves, 6 de marzo de 2014
Estoy hecha a estar sin ti
Mierda. Otra vez. ¿Es que no piensas irte? Ah, que no eres tú; son las noches, que me recuerdan a ti y a cómo aparecías sin avisar a horas que no debías para decirme cualquier palabra que me hiciera sonreír. Y ahora que no estás sigo despierta esperando un yo-qué-sé-qué. Quizás espero que aparezcas y me expliques por qué te fuiste, que me digas que no soportabas la idea de estar en el mismo mundo que yo y en cambio, no estar conmigo. Que me susurres una y otra vez todas esas frases que no nos hemos dicho. Que recuperes el tiempo perdido recordándome que me quieres, como hiciste aquella vez. Pero por más que espero no llegas y me debato entre la vida, quererte o la muerte que es no estar sin ti; así voy rellenando mis noches entre la embriaguez de alcoholes, humos grises de cigarros, o incluso me desnudo delante de personas que no saben apreciarlo. Perdóname, quizás me odies por escribir esto; quizás insistas cada día en olvidarme -y lo consigas- mientras yo no hago más que retorcer todas las espinas con mi nombre que dejé incrustadas en tu piel. Supongo que, igual que a mi, te habrán recomendado que sigas con tu vida. Yo lo he intentado, lo juro y pongo a mi alma por testigo, pero justo cuando estoy a punto de no pensar en ti, vas tú y surges de nuevo en cualquier lugar o por cualquier motivo. No sé quién o qué tiene la culpa; no sé en qué momento dejaste de ser un pasatiempo para quedarte y no marcharte por mucho que el tiempo pase. En fin, espero que no te importe que te escriba, puesto que confío en que ya ni siquiera me leas.
Como siempre, espero que me regales lo único que te pedí: Sé feliz.
miércoles, 5 de marzo de 2014
Y, al final, todos rotos.
Se sienta. Le tiemblan las piernas, las manos y, quizás, también el alma. Le tiembla el mundo. Coge folios, coge un bolígrafo e intenta empezar a escribir:
—Papá, mamá...
Tira el papel. Intenta de nuevo.
—He intentado hacer todo lo posible...
Tampoco es una buena forma de empezar. Y, entonces, empieza a llorar. E intenta impedirlo mirando hacia arriba y mordiéndose el labio inferior, como en todas las situaciones difíciles que ha tenido en su vida. Después, se enjuaga las lágrimas con la manga de la camiseta y escribe. Escribe algo concreto, directo, pero sincero:
—Lo siento.
Sí. Definitivamente le gusta. Es una buena forma de empezar y de terminar una carta de suicidio. Después, ahí está, su vida colgando del bote de pastillas que tiene enfrente. Su vida dependiendo de ella misma. Ella tiene el manejo de acabar con su vida o de que siga. Pero no le gusta cómo sigue. Es un ahora o nunca. Un todo o nada. Es un 'o gana ella o ganan ellos'.
¿Y al final quién gana la partida?
¿Ella? ¿Esa que tiene marcadas las muñecas de putadas? ¿Esa que llora hasta dormirse del cansancio cada noche? ¿Esa que mira de reojo a la vida por habérsela jugado tantas veces?
¿Quién gana la partida?
¿Ellos? ¿Todos esos hijos de puta que han intentado hundirle tantas veces hasta verla en el suelo? ¿Todos esos que no le han dejado nunca encajar en una sociedad podrida?
Ella ha dado tanto por perdido que ha perdido hasta la sonrisa, que ha perdido la partida. Ella, que ha perdido la vida.
Después, todos rotos. Una familia desmembrada, unos amigos que no aguantan el no ver a aquella chica que sonreía de vez en cuando. Una habitación vacía en la que una madre hundida no puede ni entrar. No queda nada. Ya se ha ido para siempre.
Y quién diría. A lo mejor habría llegado lejos. A lo mejor habría sido una mujer a la que admirar. A lo mejor no se había fijado en que el chico de al lado le había sonreído aquella tarde. A lo mejor no se había fijado en que su madre solo quería protegerla y no joderle la vida. A lo mejor no se había fijado en todos esos pequeños detalles que le dan sentido a la vida. A lo mejor ella misma había sido caos, su propia autodestrucción. A lo mejor no había sabido ver esa pequeña luz en toda esa inmensa oscuridad.
Después, todos rotos. Una familia desmembrada, unos amigos que no aguantan el no ver a aquella chica que sonreía de vez en cuando. Una habitación vacía en la que una madre hundida no puede ni entrar. No queda nada. Ya se ha ido para siempre.
Y quién diría. A lo mejor habría llegado lejos. A lo mejor habría sido una mujer a la que admirar. A lo mejor no se había fijado en que el chico de al lado le había sonreído aquella tarde. A lo mejor no se había fijado en que su madre solo quería protegerla y no joderle la vida. A lo mejor no se había fijado en todos esos pequeños detalles que le dan sentido a la vida. A lo mejor ella misma había sido caos, su propia autodestrucción. A lo mejor no había sabido ver esa pequeña luz en toda esa inmensa oscuridad.
¿Qué haces bailando si el mundo está tocando su marcha fúnebre?
Voy a seguir bailando hasta que el mundo deje de sonar.
No voy a dejar de cantar en la ducha a las seis de la mañana solo porque perturbe las pesadillas del vecino.
No voy a dejar de saltar al andar solo porque los demás me miren raro.
Prefiero tener negros los pulmones de fumar que tener el cerebro podrido de las mentiras que cuentan en las noticias.
Prefiero soñar con imposibles a vivir de puntillas y que nadie se dé cuenta de que he pasado por su lado.
Aún me quedan muchos ''mejores momentos'' que vivir y muchas costillas que seguir destrozando por las hostias.
Me va a seguir gustando la poesía clara y sin palabrerías (el amor jode y nos hace más fuertes si no nos mata).
Y voy a seguir creyendo en el amor como punto fuerte y punto flaco del mundo.
Mis estados de ánimo van a seguir siendo una función de ondas que alcanza su máximo y su mínimo en infinitos períodos.
Voy a seguir escribiendo(te).
Y voy a seguir sonriendo con cada locura que haga un viernes por la tarde jodiéndole los planes al hijo de puta de mi destino.
Voy a seguir quemándome los labios con las últimas caladas de mis cigarrillos y con ''palabras'' que me quedé con ganas de decir.
Voy a seguir creyendo que algún día me crucé con el amor de mi vida y no me di cuenta de que ya había apartado la mirada cuando yo le miré.
Voy a seguir creyendo en que las tardes de domingo son tan largas como las mañanas de los lunes, y que las películas de por la tarde no hay quien se las trague sin buena compañía.
Voy a seguir creyendo en que el alcohol sirve tanto para las heridas de fuera como las de dentro. ¡Y qué bien me sienta emborracharme!
Voy a seguir creyendo en mí. Y en ti. Bueno, alguna que otra vez dudaré.
No voy a dejar de cantar en la ducha a las seis de la mañana solo porque perturbe las pesadillas del vecino.
No voy a dejar de saltar al andar solo porque los demás me miren raro.
Prefiero tener negros los pulmones de fumar que tener el cerebro podrido de las mentiras que cuentan en las noticias.
Prefiero soñar con imposibles a vivir de puntillas y que nadie se dé cuenta de que he pasado por su lado.
Aún me quedan muchos ''mejores momentos'' que vivir y muchas costillas que seguir destrozando por las hostias.
Me va a seguir gustando la poesía clara y sin palabrerías (el amor jode y nos hace más fuertes si no nos mata).
Y voy a seguir creyendo en el amor como punto fuerte y punto flaco del mundo.
Mis estados de ánimo van a seguir siendo una función de ondas que alcanza su máximo y su mínimo en infinitos períodos.
Voy a seguir escribiendo(te).
Y voy a seguir sonriendo con cada locura que haga un viernes por la tarde jodiéndole los planes al hijo de puta de mi destino.
Voy a seguir quemándome los labios con las últimas caladas de mis cigarrillos y con ''palabras'' que me quedé con ganas de decir.
Voy a seguir creyendo que algún día me crucé con el amor de mi vida y no me di cuenta de que ya había apartado la mirada cuando yo le miré.
Voy a seguir creyendo en que las tardes de domingo son tan largas como las mañanas de los lunes, y que las películas de por la tarde no hay quien se las trague sin buena compañía.
Voy a seguir creyendo en que el alcohol sirve tanto para las heridas de fuera como las de dentro. ¡Y qué bien me sienta emborracharme!
Voy a seguir creyendo en mí. Y en ti. Bueno, alguna que otra vez dudaré.
lunes, 3 de marzo de 2014
De mis idas, tus venidas.
De las veces que cruzo la calle siete veces para encontrarme contigo, y me juro que esta vez no, que no me daré la vuelta. De las veces que me temo lo peor, y de las que prefiero no temer a nada. Tiras de mí, sueltas el lazo que sujeta mi falda y es como la pesadilla de cualquier niño; que te bajen los pantalones y que no sea para follarte el alma. Te escucho a escondidas, y a escondidas me escuchas suplicar una última vez. Bajarme del tren, no entra en mis planes, pero todos sabemos que algún día tendré que hacerlo. De las veces que cruzo la calle sin mirar, y me juro que no, que esta vez no abriré los ojos.
Pero, inexplicablemente soy así y sin remedios para intentarlo, porque tampoco quiero; aunque tú me lo pidas. Aunque sea lo último que quieres, y eso último no fuera yo. No lo haría. Porque, no entiendes que prefiero no ser nada, que no sepan mi nombre, prefiero cruzar la calle y girarme, sin saber que eres tú. Prefiero que no me llames, una noche y ya está. Quedarme cuando lo necesite, e irme sin avisar;
porque tú
a mí
no me necesitas.
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