lunes, 17 de marzo de 2014

Mis padres me enseñaron a esquivar las hostias que otros lanzaban, y a coserme las heridas con hilo de acero. A que las sotanas doradas de los hijos predilectos escondían más secretos que piel, y que tu religión no es más que una ilusa falacia. Aprendí que las editoriales no marcaban destinos, y que las historias que acaban bien no tienen ningún atractivo. Crecí, y abandoné manadas cuando se volvieron rebaños, dejando la marca de mis pezuñas en el camino. Escogí volar a ras del barro y así evitar las nubes de gente que ahogan. Tantas veces me ensucié la cara, como lágrimas lavaron mis manchas. Y aunque no queden barrizales sin mis llantos, siempre tendré unos brazos donde acunarme. Prefiero los charcos a los barcos, y los grillos a los gritos. Quédate con tus vigas de mentira y deja que malgaste mi vida entre la lluvia.

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