—Papá, mamá...
Tira el papel. Intenta de nuevo.
—He intentado hacer todo lo posible...
Tampoco es una buena forma de empezar. Y, entonces, empieza a llorar. E intenta impedirlo mirando hacia arriba y mordiéndose el labio inferior, como en todas las situaciones difíciles que ha tenido en su vida. Después, se enjuaga las lágrimas con la manga de la camiseta y escribe. Escribe algo concreto, directo, pero sincero:
—Lo siento.
Sí. Definitivamente le gusta. Es una buena forma de empezar y de terminar una carta de suicidio. Después, ahí está, su vida colgando del bote de pastillas que tiene enfrente. Su vida dependiendo de ella misma. Ella tiene el manejo de acabar con su vida o de que siga. Pero no le gusta cómo sigue. Es un ahora o nunca. Un todo o nada. Es un 'o gana ella o ganan ellos'.
¿Y al final quién gana la partida?
¿Ella? ¿Esa que tiene marcadas las muñecas de putadas? ¿Esa que llora hasta dormirse del cansancio cada noche? ¿Esa que mira de reojo a la vida por habérsela jugado tantas veces?
¿Quién gana la partida?
¿Ellos? ¿Todos esos hijos de puta que han intentado hundirle tantas veces hasta verla en el suelo? ¿Todos esos que no le han dejado nunca encajar en una sociedad podrida?
Ella ha dado tanto por perdido que ha perdido hasta la sonrisa, que ha perdido la partida. Ella, que ha perdido la vida.
Después, todos rotos. Una familia desmembrada, unos amigos que no aguantan el no ver a aquella chica que sonreía de vez en cuando. Una habitación vacía en la que una madre hundida no puede ni entrar. No queda nada. Ya se ha ido para siempre.
Y quién diría. A lo mejor habría llegado lejos. A lo mejor habría sido una mujer a la que admirar. A lo mejor no se había fijado en que el chico de al lado le había sonreído aquella tarde. A lo mejor no se había fijado en que su madre solo quería protegerla y no joderle la vida. A lo mejor no se había fijado en todos esos pequeños detalles que le dan sentido a la vida. A lo mejor ella misma había sido caos, su propia autodestrucción. A lo mejor no había sabido ver esa pequeña luz en toda esa inmensa oscuridad.
Después, todos rotos. Una familia desmembrada, unos amigos que no aguantan el no ver a aquella chica que sonreía de vez en cuando. Una habitación vacía en la que una madre hundida no puede ni entrar. No queda nada. Ya se ha ido para siempre.
Y quién diría. A lo mejor habría llegado lejos. A lo mejor habría sido una mujer a la que admirar. A lo mejor no se había fijado en que el chico de al lado le había sonreído aquella tarde. A lo mejor no se había fijado en que su madre solo quería protegerla y no joderle la vida. A lo mejor no se había fijado en todos esos pequeños detalles que le dan sentido a la vida. A lo mejor ella misma había sido caos, su propia autodestrucción. A lo mejor no había sabido ver esa pequeña luz en toda esa inmensa oscuridad.
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