lunes, 20 de enero de 2014

Del noveno cielo al infierno de cabeza.

 No soy un puto héroe. No soy una guerrera. No podría enfrentarme a dragones por ti, pero le puedo partir la cara a quien te haga daño.
Ésta soy yo, hecha una bolita en la cama. Llorando desde que te has ido. No he salido, no he reído, no he vivido. Y no me encuentro mejor.
Te sigo imaginando a mi lado a cada segundo, sigo mirando las fotos, escuchando las canciones, durmiendo abrazando a la almohada y esperando a que vuelvas a despertarme por la mañana rodeándome la mandíbula de besos.  Y no llegarás. Nunca.
Duele, duele, duele. Duele haber confiado tanto en ti para nada. Duele haberte abierto mi corazón de esa forma para que tú entrases y terminases de romperlo.
¡FELICIDADES! Has hecho justo lo que me prometiste no hacer. ¿Cómo te sientes, campeón? Espero que bien.
Espero que los fantasmas del pasado no te persigan mientras terminan de desintegrarme.Tú has conseguido esto. Tú con tus mentiras.
¿Tienes idea de lo que me ayudaste? Me diste la confianza que necesitaba para salir de todo. Me diste la mano y todo fue posible durante un momento. Esto ha sido como si me hubieses agarrado cuando estaba a punto de caerme de un precipicio y me hubieses ayudado a subir poco a poco, pero en el momento en el que estaba a punto de subir, me hubieses soltado. Ahora caigo. Caigo. Caigo. ESTOY CAYENDO, ¿ES QUE NO TE DAS CUENTA? TÚ, QUE TAN BIEN ME CONOCES.
TÚ, QUE HAS SABIDO CALMAR MIS ATAQUES, QUE ME HAS ABRAZADO CUANDO HE ESTADO A PUNTO DE REVENTAR ALGO Y HAS HECHO QUE VOLVIESE EN MÍ. TÚ. TÚ HACES QUE VUELVA A CAER.
Y caigo con el sabor dulce del calor de tu cuerpo, con la imagen de la salida grabada en mi cuerpo. Caigo mezclando los recuerdos con lágrimas amargas que hacen que quiera caer más rápido.
Joder, cómo me gustaría estar cayendo contigo. Me gustaría caer mientras me abrazas, porque por lo menos tendría la esperanza de que a escasos centímetros del suelo volveríamos a volar, hacia arriba. Y arriba. Y arriba, hasta el cielo. Lo atravesaríamos, seguiríamos subiendo, llegaríamos al noveno cielo, el cielo que nosotros creamos con tanto esfuerzo. Y desde ahí arriba nos reiríamos de cada uno de los segundos en los que parecía que nos íbamos a estrellar.
Pero no. Caigo sola. Caigo con la esperanza de reventar contra el suelo y que se acabe pronto. Así podré relajar mi daño sentimental, con daño físico. Ya sabes a lo que me refiero.
Adiós, mi amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario