Antes cualquier hora del día era perfecta para perderme entre letras, acentos, puntos y comas; para entregarme al placer del sufrimiento, al ardor de las venas hinchadas de recuerdos, al hormigueo de unos dedos que despiertan al contacto de un bolígrafo cargado de tinta imborrable. Nada conseguía detener el torrente de emociones que querían desfilar por mi garganta, lanzándose al abismo y deseosas de morir en el papel.
Ahora, como presa de la vergüenza, me agoto frente a la pantalla sin conseguir escribir nada, me estrujo la sesera, me toco las llagas, me rasco las heridas pero no ocurre nada. Solo hay vacío. Y creed si os digo que eso es peor que morir cien veces de amor. La nada lo envuelve todo y es espantosa la niebla que se cuela por la ventana, el frío que se cala hasta los huesos, la sensación de echar de menos ese brotar de palabras y lágrimas... ¿Dónde está mi inspiración? ¡Devolvédmela insensatos! ¿No veis que me ahogo buscando dolor?, ¿no veis que me aferro a cuchillos para que algo me rasgue la piel y me haga sentir un poco viva?
¡¡Devolvédmela!! Que yo sin escribir no se vivir. Que me muero, de verdad, que me arrugo, me frustro, me enveneno, me desespero, me pierdo...
No se cuanto tiempo llevo sin abrir tu puerta, pero lo cierto es que voy a buscar la llave.
Te necesito. Como los adictos necesitan la heroína, los fumadores el tabaco, y los suicidas la muerte.
Te busco. Como el corredor de bolsa al tonto, el mosquito la luz y los suicidas.... la muerte.
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